Joaquín Rocha explora la posibilidad de desarrollar la asertividad a través de la educación. Esta nota plantea un debate profundo en torno a la educación tradicional que puede ser trasladado a la familia y a toda la sociedad ¿estamos educando jóvenes agresivos, pasivos o asertivos?
La asertividad es la capacidad para saber defender los propios derechos, actuar y expresar ideas, opiniones y sentimientos sin agresividad ni pasividad, saber ser juez de las mismas y expresar los sentimientos sin renunciar, ni manipular ni ser manipulado.
Los educadores pretendemos que los alumnos aprendan mucho, que cumplan con las tareas, que no den problemas de conducta. Pero no basta que sea una buena persona en el colegio, en la parroquia o en el hogar, ya sea delante de un profesor, un catequista o de sus padres. Lo importante es que aprenda a pensar en forma independiente y tomar decisiones por si mismo. De esta manera adquirirá responsabilidad y estará apto para asumir las consecuencias de sus decisiones, sea quien fuere el que está delante.
Si un chico solo es educado para complacer a los demás, a seguir todas las reglas que ponemos los adultos, tal vez sea formal y encantador, pero también será vulnerable a las presiones de un entorno que le podrá conducir a situaciones de riesgo.
El aprender a convivir implica calidad en las relaciones que solo se producen cuando uno se siente respetado, cuando participa en procesos de decisión, cuando hay calidez emocional, cuando se confía en las diferencias y en la riqueza del conflicto.
Deberíamos aquí cuestionarnos si desde la educación no hemos venido abusando de ciertos conceptos como amabilidad, generosidad y solidaridad. Esta podría ser una de las razones que llevaría a nuestros jóvenes a tener conductas equivocadas, lejos de la asertividad.
Ser asertivo es saber defender los derechos propios al mismo tiempo que se respetan los ajenos. Y, entonces ¿Cómo el adolescente puede crecer en esta línea si muchas son las veces que el adulto no respeta por ignorancia, por abuso de autoridad, por comodidad a los jóvenes? Educar implica más que el trasvasar una serie de conocimientos. Es también dar herramientas para saber vincularse con uno mismo, los demás, las cosas y con la divinidad, cualquiera sea la creencia.
Es común entre los jóvenes encontrar dos tipos de comportamientos: agresivo o pasivo. Este tipo de conductas comienzan ya desde la niñez. En el primero, no sabe defender sus derechos y decisiones, ni actuar ni comunicarse eficazmente. Se acobarda, actúa desde el deber como los demás quieren y esto le produce malestar. Solo tiene en cuenta los derechos de los demás. En lo segundo, defiende sus derechos y decisiones, expresa sentimientos pero no sabe hacerlo adecuadamente, respeta a los demás. Manipula, reacciona con insultos, ridiculiza y agrede. Solo tiene en cuenta sus propios derechos. Lo importante es que, sea cual fuere el tipo de conducta adoptado, es posible modificarla. En esto la participación del adulto es primordial. Es necesario un educador que tenga enraizado un sistema de creencias donde prevalezca la idea de que la educación debe encaminar a que la persona sea capaz de actuar independientemente, llevando a cabo aquello que ha decidido sin dejarse vencer por las presiones externas. Que tenga en cuanta sus derechos y de los demás, sabiéndose hacer responsable de las consecuencias. Si los adultos somos capaces de comportarnos asertivamente, de seguro, sabremos educar en la asertividad.
Esto es enseñar y potenciar las habilidades sociales para poder relacionarse mejor y a enfrentarse adecuadamente a los conflictos. Imprescindible que los educadores seamos coherentes con lo que estamos haciendo.
De esta manera, nuestros jóvenes aprenderán a decir NO. NO al as drogas, NO al cigarrillo. No al alcohol. No a cualquier relación que pueda conducirlos a un daño en su integridad o su vida.
No se nace sabiendo decir NO, se aprende. Solo el que lo ha practicado puede enseñarlo porque ya ha introyectado sus beneficios, conociendo las razones del cuando y donde de ponerlo en práctica.
No es una tarea fácil, pero no es imposible. Requiere de un arduo trabajo entre la familia y el grupo de educadores (escuela parroquia).
Es claro que educar en la asertividad implica también que, alguna vez, ese NO sea para nosotros, ¿podremos superarlo?
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