En la empresa no existe la ética – me decía un empresario. “No tienes más que fijarte en cómo está el mundo”. Le di la razón en lo segundo, hay muchas cosas mal hechas en los negocios – y en la política y en toda la sociedad-. Pero no acepté lo primero: hay ética, más de la que nos parece. Y si no hay suficiente ética deberíamos esforzarnos por conseguirla. Primero, porque lo necesitamos como personas: como decía Sócrates, lo peor cuando uno miente no es que hace daño al otro, sino que se hace daño a sí mismo, se convierte en un mentiroso. Segundo. Porque lo necesita la organización: es muy difícil vivir rodeado de directivos oportunistas, trabajadores desmotivados, proveedores inmorales y funcionarios corruptos. Y tercero, porque lo necesita la sociedad – la sociedad es usted, yo y todos -. “La mayoría de los actos inmorales que he visto cometer en los negocios – decía un directivo norteamericano – los llevaron a cabo personas fundamentalmente honestas”. Hay, sin duda, ladrones y mafiosos, pero abunda más el que se deja enredar. Unas veces por falta de fibra moral: porque no tiene una idea muy clara de hasta dónde llega lo correcto y dónde empieza lo no ético. Bueno, sospecho que tenía una idea clara pero la ha ido perdiendo, casi siempre por dejarse deslumbrar por objetivos parciales: “Sólo por esta vez”, “nadie se enterará”… Otras veces es por falta de voluntad: de eso que siempre se han llamado virtudes, y que siguen siendo importantes. En el fondo, es falta de capacidad de tomar decisiones molestas, porque hace mucho tiempo que se ha preferido la solución cómoda. Es muy fácil engañarse: “me debo al jefe”, “no tengo otro remedio”… Mejor aún, la culpa es de la víctima: “si es tan tonto como para creérselo, se lo tiene bien merecido”, “todo el mundo entiendo que eso es publicidad”…. Y otras veces, es la misma organización y cultura de la empresa lo que dificulta la conducta correcta: “la competencia es muy fuerte”, “hay que cumplir objetivos”, “con números rojos no hay ética que valga”… Y claro, el personal acaba aprendiendo a hacer las cosas mal. Y luego resulta muy difícil arreglarlo. Los valores están ahí para ser vividos. Pero unos valores claros, comprometidos y comunicados; integrados en los canales de decisión, para que se reflejen en todas las decisiones, apoyados por los sistemas y estructuras, y muy presentes en los criterios de selección, promoción y despido del personal, en las promociones y ascensos. Y, para acabar dos consejos. Uno: identifique los motivos de sus acciones: ¿para qué hago esto? (y conteste con sinceridad). Y dos: haga un listado de las consecuencias de sus acciones: para los demás (colegas, empleados, clientes, proveedores, sociedad en general) y, sobre todo, para usted mismo: ¿en qué me convertiré si hago esto? Y si piensa que dentro de veinte años tendrá motivos para arrepentirse de esto, no lo haga.
(Artículo publicado en el periódico La Vanguardia de hoy mismo. Autor A. Argandeña – profesor del IESE.)
Desde mi posición de casi 30 años tomando decisiones ejecutivas, he tenido la oportunidad de darme cuenta, o más bien – como dice en el artículo – de arrepentirme de bastantes de las decisiones que en el pasado tomé. Y analizadas ahora con la perspectiva del tiempo, veo que habían opciones. Por ello, me gustaría añadir que independientemente de las decisiones que uno tome, aunque parezca que son del día a día y pasarán al olvido, las que han sido injustas, no lo hacen. Asuma Vd. las consecuencias de sus actos, pero antes explore las alternativas, SIEMPRE las hay, siempre están ahí, sólo hay que buscarlas.
Me llego por mail, muy bueno!!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario