Hay aniversarios que decididamente no merecen ser celebrados. El mes pasado, por ejemplo, los andamios que cubren la fachada del Teatro Nacional Cervantes cumplieron ocho años. Lógicamente, no hubo torta ni festejo. En ese lapso, hubo promesas, plazos, licitaciones, anuncios y nuevas promesas de poner a punto la magnífica fachada de la sala; pero en estos ocho años nada cambió. La enorme estructura de metal sigue allí por cuestiones preventivas. Para evitar que, como ya sucedió en otras oportunidades, un desprendimiento lastime a un eventual peatón que pasa por la vereda de la avenida Córdoba y Libertad.
Por una caída de mampostería se realizó una denuncia. La Dirección Nacional de Arquitectura puso un vallado, primero; y los andamios, después. En aquel momento ya hubo promesas de reparación (tarea que, lógicamente por tratarse de un edificio histórico, debe estar en manos de profesionales capacitados). A partir de ese momento se sucedieron una serie de promesas. En 2008, la Secretaría de Cultura de la Nación (actual ministerio) anunció un acuerdo con la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo. Se habló de un plan de trabajo a cargo de una comisión mixta que contaba con el apoyo de la Sociedad Central de Arquitectos y de la Comisión Nacional de Monumentos Históricos, organismo responsable del cuidado del edificio desde el momento en que, en 1995, el Cervantes fue declarado monumento histórico. Ocurrió cuando José Nun estaba a cargo de Cultura de la Nación, de quien depende el Cervantes.
VIA LANACION
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