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2 de abril de 2006

Islas Malvinas

Los Héroes Olvidados
Primera Línea Online - Domingo 02 de abril de 2006.

A 24 años de la Guerra de las Malvinas. Dieron su vida por la Patria. Sin embargo fueron excluidos y olvidados. Pobreza, locura y muerte es la guerra que hasta hoy siguen peleando los soldados que sobrevivieron a Malvinas, pero no así a la desidia.
Dicen que un general borracho, Leopoldo Fortunato Galtieri, tomó la decisión de recuperar las Islas Malvinas. Que fue una maniobra desesperada para evitar el fin de la Dictadura Militar que se había iniciado el 24 de marzo de 1976, y que ya comenzaba a sentir el rechazo social. Del otro lado del océano, la primera ministra inglesa Margaret Tachert también se ahogaba en un vaso de whisky. Estaba pronta a perder las elecciones y poner fin a la tradición gubernamental conservadora de Inglaterra. Vio en la Guerra una excelente oportunidad para continuar con su carrera política.
En el medio de 12 mil soldados argentinos de 18 y 19 años con escasa preparación, se enfrentaron a 28 mil soldados ingleses experimentados y despiadados, y esto fue firmar su sentencia de muerte. Una muerte que trasciende la guerra.
Estas razones mezquinas son ciertas, pero también es una verdad a medias. El general Galtieri no tomó solo la decisión, encerrado en su oficina, nublado por el alcohol. La Junta Militar, conformada por las tres fuerzas, estudió esta posibilidad durante los 5 años en que estuvieron a cargo del gobierno del país.
Las negociaciones diplomáticas que se realizaban por todas las vías, desde que Inglaterra en 1833 tomó las islas, resultaban infructuosas. Otro determinante que alentó al ejército a desafiar a una potencia mundial fue que, entendían, contaban con el apoyo de otra potencia, Estados Unidos, país que entre otras cosas había apoyado el golpe del ’76 para instalar la política neoliberal del vaciamiento.
La recuperación de las Islas Malvinas el 2 de abril de 1982 fue exitosa, brillante y limpia.
Que el 75% de la fuerza argentina estaba conformada por soldados de 18 y 19 años, es cierto. Que contaban con una preparación básica, es cierto. Que fueron enviados inocentemente como borregos al matadero, no lo es. Sabían que iban a una guerra y no a un picnic primaveral. Estaban dispuestos a dar su vida por la Patria, y además estaban orgullosos de hacerlo. Sentimiento que hoy resulta incomprensible, porque junto con los 30 mil desaparecidos, la guerra y la destrucción económica del país, pareciera que nos asesinaron el patriotismo.
Que los soldados argentinos, la gran mayoría provenientes de climas subtropicales, fueron sorprendidos por el frío, que fue más cruel que el enemigo, es cierto. Que se vieron superados en cantidad, experiencia y armamentos, es cierto. Que pese a esto pelearon como verdaderos “héroes”, esto sobre todas las cosas, es cierto.
Y a la guerra y a las Islas las perdimos todos los argentinos, pero no hay mal que por bien no venga. Porque todos los argentinos ganamos la democracia, defectuosa, pero democracia al fin.
Entrar en las discusiones técnicas del motivo de la derrota, hoy resulta tarea engorrosa. Que pudimos haber ganado afirman muchos historiadores y expertos y no lo hicimos principalmente por las traiciones de supuestos aliados.
Después de 74 días de combates, las tropas argentinas regresaron, dejando más de 648 muertos en el campo de batalla y con 1.082 heridos, la pérdida total fue 1.703 hombres. Pero la realidad es que los que sobrevivientes volvieron fundamentalmente con penas, olvido y sin una pizca de gloria. Estos soldados argentinos que lucharon por recuperar un pedazo de tierra, que al margen de su importancia táctica y comercial, lo hicieron fundamentalmente porque son argentinas. Estos soldados batallan hoy una pelea más dura que la guerra misma: haber sobrevivido a ella. El mismo país por el que dieron su vida, el mismo país, le dio vuelta la cara. La Argentina quería olvidar rápidamente los dolorosos años de usurpación militar y todas sus consecuencias. No había lugar para reivindicar a soldados, ni nada que pertenezca al régimen.
De esta forma esos chicos que vieron el horror del infierno suceder antes sus ojos, que pusieron sus vida en las manos de la patria y su causa y lo hicieron con coraje valentía, fueron desterrados al olvido, a la exclusión, a la negación. La agresión más fuerte, más fuerte que la violencia misma de la guerra, la padecieron después de ésta y a 24 años la siguen padeciendo. Pobreza, desocupación, falta de atención sanitaria, son las consecuencias más directas, de la ausencia de una política de estado de contención y de reconocimiento a los héroes más reales y recientes que tiene el país.
Existen estadísticas alarmantes que confirman lo anteriormente expuesto, en promedio se suicida un ex-combatiente por mes. La mayor baja de soldados son post guerra, al día de hoy hubo más suicidios que muertes en combate.
Y el Chaco es una de las provincias con mayores índices de suicido de ex-combatientes. Antonio Acevedo, también conocido como "Pucará", trabajaba como pescador, la única forma que encontró de ganarse la vida. Vivía en un pequeño rancho en extrema situación de pobreza sobre el río Paraná, en Puerto Vilelas. Dejó cinco hijos en diciembre pasado. Luego de que lo internaran por un problema de cirrosis, se disparó con una escopeta. Sólo por mencionar el caso más reciente.
Además, hay muchas muertes que se catalogan como accidentes y que pudieron estar motivadas en un impulso de autodestrucción. Sin contar las muertes por enfermedades que no sólo son curables, sino también previsibles.
Los motivos se encuentran estrechamente ligados. La pobreza, la falta de atención y de contención, más los síntomas conocidos por el estrés de post guerra, hace que estos héroes sin gloria, tomen la decisión más desesperada por la que puede optar un ser humano: quitarse la vida.
Los trastornos que padece todo aquel que se haya enfrentado en conflicto bélico, van desde la depresión, la ansiedad, el estrés postraumático, las alergias y las enfermedades autoinmunes. Tanto los trastornos depresivos como los postraumáticos son el camino, casi inexorable, hacia el suicidio. El 78% de los ex-combatientes sufre trastornos relacionados con el sueño. Mientras que el 28% de los encuestados reconoció tener ideas recurrentes respecto del suicidio, y un 10% reconoció haber tenido uno o más intentos de quitarse la vida después de la guerra.
La realidad es que traumatizados, quebrados y abandonados, los soldados que volvieron de Malvinas hasta el día de hoy no encuentran una cobertura médica acorde a sus necesidades. El 60% no pudo reinsertarse laboralmente en el medio civil, considerando además los problemas que tienen como veteranos, enfrentan los de cualquier argentino de 43 años, que ha sufrido las sucesivas crisis del país. Pero los especialistas afirman que, más que la guerra, el problema fue la falta de atención inicial. Las consecuencias psíquicas del trauma, lejos de disminuir, con el tiempo aumentan.
Entre los sobrevivientes de Cromañón, que fueron atendidos a los pocos días de la tragedia, la tasa de medicación profesional es del 20%. Entre los veteranos de Malvinas, casi olvidados en los primeros años tras la guerra, es de casi el 80%.
Afirmaciones como: “Todos nos preguntamos si no hubiera sido mejor que nos quedáramos allá”, “¿por qué él, por qué mi compañero, y no yo?”, “... no podía dormir en un colchón y me tenía que acostar en el piso”, “... Me tiraba cuerpo a tierra cada vez que escuchaba un avión”, “... me despierto a los gritos ...”, se escapan de los labios de nuestros héroes olvidados.
Nuestros héroes que hoy y sólo hoy serán recordados por los actos oficiales y los medios, captando por pocas horas la atención de la sociedad. Y mañana volverán a la realidad del día a día, a seguir peleando solos la guerra más dura, la de la vida cotidiana del olvido y la exclusión de la mano de la miseria, la enfermedad y la soledad.
“Son problemas distintos, cada caso es particular” explica Juan Carlos Ferreira, cabo primero del Ejército, en cuanto a las problemáticas que afrontan hoy en día los ex-combatientes de Malvinas: “Hubo gente que después de la guerra permaneció en actividad y se fueron retirando en diferentes períodos durante 24 años, lo que hizo que los sorprendan diferentes legislaciones y perciban distintos beneficios, algunos se han ido con beneficios muy importantes y otros no y eso hace que haya una diversidad de problemas”. Lo que también explica el porqué de las numerosas asociaciones de soldados que existen actualmente, muchas de las cuales se encuentran distanciadas entre sí por éstas diferencias.
Si bien cada caso es particular, la mayoría comparte los mismos problemas. “Los mayores inconvenientes que tenemos son de orden económico, de inserción laboral en el medio civil y de salud, pero creo que se está solucionando”, comenta.
Ferreira se retiró con el grado de hace 24 años y hace 24 años que no percibe absolutamente ningún beneficio. Se gana la vida como payaso, animando fiestas infantiles, lo que puede resultar hasta paradójico. “Mi situación familiar es grave, porque soy padre de 5 hijos y no me alcanza. Hace 24 años que no percibo ningún beneficio y los soldados han tenido leyes que los han beneficiado, pero los suboficiales no gozamos de ningún beneficio”, señala. “Hay un motivo político que nos resulta ajeno, como militares fuimos porque era nuestra obligación, estábamos cumpliendo una orden”, recuerda Ferreira. Pero lo que si conoce son las consecuencias reales en su vida y la de sus compañeros: la pobreza, el olvido, la postergación y en muchos casos la locura. “Fuimos con la expectativa de ser útiles a la Patria, fuimos con orgullo, creyendo que era una misión que nos podía llenar de gloriay reconocimiento y regresamos con olvido a cuestas, con penurias y muchos con patología psiquiátricas, como en mi caso. Se hace muy difícil la vida así”, dice.
Ante la obvia pregunta de lo más terrible que le tocó vivir, vino la obvia respuesta, con los ojos llorosos: “La pérdida de compañeros, la muerte de amigos, gente que queríamos”. Pero lo más terrible aún lo tiene que vivir. Ferreira hoy está de pie y peleando la vida como hace 24 años gracias a la fuerza que le da su familia y su fe en Dios, “sino es una carga muy difícil de soportar para un hombre ..."
Orlando Domínguez es presidente de la Asociación de Veteranos de Guerra 2 de Abril. Dice que después de la guerra lo que más le costó fue la difusión de la causa de Malvinas, “justamente por el olvido de la parte política, no así de la sociedad que siempre estuvo con nosotros”, reconoce. “A nivel nacional el gobierno jamás implementó una política de estado para el veterano de guerra, por eso es que cada vez estamos quedando menos, no tenemos contención”, afirma. Domínguez entiende que el problema más puntual que enfrentan es la obra social “tenemos la cobertura médica de Pami que hasta el día de hoy no la pudimos controlar, es como un barco que está en el mar y el mar está malo, no se queda quieto”. Por este motivo, el mayor deseo de este representante es una buena cobertura médica para que tanto el veterano como su familia tengan contención, ya que explica “hoy, a 24 años no sólo sufre el veterano de guerra, sino que también sufre la familia, son las consecuencias que la parte política nunca entendió”. Domínguez se pregunta “no sé por qué después del 82´ nunca nadie inventó un sistema para contener al veterano de guerra”. Y comenta que la gloria para el soldado no llega ni siquiera con la muerte: “el cajón que nos da Pami es muy ordinario, hace poco uno se desfondó todo”. Actualmente es desocupado, sólo se encarga de la asociación, porque reitera “el gobierno no hace nada”. Pero para este ex-combatiente el gobernador de la Provincia Roy Nikisch, a comparación de sus antecesores, les está brindando poco a poco la atención que merecen, “hubo muchos gobiernos que no cumplieron, este gobernador nos están dando mucho artículo.
Incluso los veteranos se tuvieron que encadenar en la Casa de Gobierno para conseguir trabajo, eso es algo inexplicable, este gobernador es accesible y lo que le pedimos está cumpliendo con nosotros”. Domínguez coincide, lo más duro que vivió es la muerte de sus compañeros “vi caer a mis camaradas y por eso tengo mucha bronca y mucha rabia, porque sé que si me tocaba caer a mí, ellos estarían peleando como yo, por lo que es la causa de Malvinas”, y con la misma bronca despotrica: “Ningún político se ocupa de nosotros, llegan a sus cargos, calientan los sillones, se olvidan de la ciudadanía y se van”, y agrega: “Nosotros somos una parte más del olvido”. Y señala que el hoy es más duro que su ayer, “esta es la peor lucha, tenés camaradas que se mueren sin que le peguen un tiro, se matan ellos". También habla de un verdadero reconocimiento que traspase las fechas “muchos veteranos que se han quitado la vida y nadie habla de eso, pasa esta fecha y todos se olvidan de nosotros”.
Abdon Maciel también es desocupado desde que regresó de Malvinas, nunca consiguió trabajo, como muchos de los ex-combatientes que son olvidados por los gobiernos de turno, tanto nacionales como provinciales. “Nunca tuvimos una posibilidad de conseguir ningún trabajo”, afirma y agrega: “Desde que regresé de Malvinas tengo problemas de salud, la post guerra que se le dice, fuimos totalmente abandonados hasta hoy en día”. Hace 12 años que está bajo tratamiento psiquiátrico “si no fuera por los profesionales hoy sería uno más de los que se matan por problemas de la guerra”.
Maciel piensa que sus compañeros optan por la drástica muerte por dos motivos “uno por el abandono del gobierno y otro por que no tienen el respaldo de la familia”. La suya constantemente le da apoyo y respaldo “uno sigue peleando a la vida, batallando”, dice. Maciel recuerda: “Tenía 19 años y la expectativa era linda, estábamos entre compañeros, todos jóvenes sabiendo que ese pedacito de tierra era nuestro”. A pesar de que se sentía preparado para pelear, por así se lo había enseñado el ejército “grande fue la sorpresa, ir del norte a pisar un clima estival, en ese sentido no estábamos preparados, para el frío, a los compañeros se les congelaban los pies”. El ex-combatiente continuó relatando “después nos encontramos con las fuerzas enemigas que fueron superior en armamento, en la preparación, en la edad, en todo”. Para Maciel también lo peor de la guerra fue enterrar a los compañeros y explica por qué: “Éramos grupos de muchos soldados, y siempre decíamos que el que se quedaba tenía que seguir, duele al alma recordar eso, es una herida que nunca cerró, sólo se cierra cuando uno llega a la tumba”. A pesar de esto puede decir que siente satisfacción, “yo ahora la veo a mi hija tan jovencita y nosotros a esa edad nos fuimos a dar la vida por la Patria, y tengo la idea de que lo que es nuestro tenemos que defender”.


Cuando uno está tan convencido de lo que hace, la muerte adquiere otra dimensión. Porque una cosa es dejar la vida por una causa y otra es no tener ningún motivo por lo que se ha vivido.

Hebe de Bonafini

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