Google

3 de mayo de 2013

“Dolar tour”: los viajes de argentinos para salvar sus ahorros en Uruguay




Del barco al banco y del banco al barco. Palabras cruzadas difíciles de pronunciar pero fáciles de poner en práctica. La mecánica se reitera a diario desde que un puñado de argentinos advirtió que cruzando el Río de La Plata, a una hora de ferry, se pueden conseguir dólares de manera legal y a tres pesos menos de lo que se paga en el mercado paralelo. Los especialistas lo llaman “Dólar Tour”, pero es mucho más que un nombre: es un manotazo al que apelan cada vez más personas para salvar sus ahorros en pesos evanescentes. Se traduce en una imagen que domina la otra orilla: en los cajeros automáticos de Colonia, Uruguay, hay colas permanentes de entre 20 y 30 viajeros que aguardan su turno para poder hacerse de billetes. Algunos llevan varias tarjetas y pasan hasta 15 minutos dentro del cubículo. Finalizado el trámite, deambulan por la ciudad hasta que llega la hora de volver a casa.
Conseguir dólares al tipo de cambio oficial es una carrera contra el tiempo. Clausurada la posibilidad de lograrlo en el país, la gente busca resquicios en el exterior y la AFIP corre detrás, estableciendo medidas para evitarlo. Ayer mismo se supo que debido al fenómeno uruguayo y por presión del Banco Central, quince entidades consensuaron poner límites de 15 mil pesos o US$ 2.250 a los retiros dedinero outside (ver página siguiente). Buscan condicionar el “Dólar tour” que estalló en marzo y que desde entonces no cesa.
El martes, en vísperas del feriado, Clarín tomó un barco a la ciudad turística y comprobó lo que sucede durante el horario bancario, de 13 a 18. Lo más evidente son los colonienses desplazados de la posibilidad de hacer trámites por cajero frente a la marea de argentinos que vacían las máquinas, obligando a los bancos a hacer hasta dos recargas de billetes al día. Según la prensa uruguaya, los argentinos ya se llevaron más de US$ 10 millones. Y se estima que por día más de 500 tarjetas operan en los cajeros automáticos de la ciudad.
Hacer el movimiento requiere de una jornada completa. Y vale la pena porque, cumplido el procedimiento, el regreso al país es con dólares comprados a 5,21 (precio oficial) más el 20% de la compra con tarjeta, más el costo de extracción (US$5 cada 300), más el 3% de financiación mensual que cobra el plástico. Precio final: 6,67 pesos por billete, en maniobra legal.
La odisea consiste en viajar con la tarjeta de crédito y la clave PIN para poder usarla en el exterior. Existen hasta 20 servicios diarios a Colonia, a entre 200 y 600 pesos ida y vuelta. Los pasajeros parten a la mañana o al mediodía, para llegar con tiempo al cajero. Algunos, incluso, bajan del barco, hacen migraciones y corren, en raiddesenfranado, hasta la sucursal.
Entonces hay que armarse de paciencia. Silencio y ansiedad en la fila. A lo largo de la Avenida Flores, arteria comercial de Colonia, hay por lo menos 7 bancos. En todos, las mismas hileras nutridas de argentinos con bolso de mano. Son los mismos que viajaron con Clarín, sin intenciones al parecer de conocer el patrimonio cultural de calles de adoquín que rodea a la zona financiera. “Vos te quedás y esperás”, dice un abogado de 35 años, que encara su segundo viaje de extracción. “Me estudié todas las leyes. No te pueden hacer nada. Y yo tengo que arreglar mi casa y no me queda otra”, explica, y pide no ser nombrado.
Lo que sigue es más sencillo: llega el turno, se coloca el plástico, el PIN y se pide la opción “adelanto de crédito”, un servicio histórico de todas las tarjetas de crédito. La máquina propone dólares o pesos uruguayos. Se elige lo deseado. Escupe moneda americana. El máximo por extracción es de US$ 200 o 300, según el banco. Por eso, cuando el cajero automático pregunta si desea finalizar o hacer otra operación, los clientes vuelven a repetir una y otra vez hasta alcanzar el límite. Terminan cuando la pantalla arroja el cartel de “fondos insuficientes”. No se necesita tener dinero en la cuenta para proceder, sino contar con el dinero el mes próximo para pagar el saldo en pesos de la tarjeta.
El final es poético: hay que esparar a la caída del sol, cuando los barcos zarpan. “Después –dice el abogado, con la operación consumada–, te comés algo, te lees un libro y te vas... no, a mí no me cagan más”. VIA IECO

No hay comentarios.: