Los turistas que en estos días salen de vacaciones desde los aeropuertos, la terminal de ómnibus o el puerto de Buenos Aires se llevan una impresión amarga: la de sentir que quisieron estafarlos o –peor– que lo lograron. Porque, en las esperas, comer o tomar algo se convierte en necesidad. Pero en esos ámbitos, como si fueran islas, los precios se multiplican.
Un relevamiento de Clarín mostró que las bebidas y comidas más comunes se están vendiendo en esas terminales a valores que duplican los vigentes en zonas aledañas, y que llegan a triplicar los de comercios de zonas de clase media. Precios que la gente, cargada de valijas y sin alternativas, muchas veces termina pagando.
Los diferencias son notorias en una simple compra de kiosco. Una gaseosa o un agua saborizada de medio litro, que ronda los $ 14 en comercios comunes, está a $ 25 en la terminal de ómnibus de Retiro y a $ 36 en Aeroparque. Y la botellita de agua mineral, en vez de $ 12, sale $ 22 y $ 28 respectivamente.
Son varios los kioscos que funcionan en la terminal de micros, pero entre ellos no parece haber competencia: tienen todos los mismos precios. Así, por ejemplo, los paquetes chicos de galletitas se ofrecen a $ 22, alfajores triples a $ 17 y a $ 20 un yogur firme que en todos los súper se vende a $ 6,95.
Los restoranes de la terminal, en tanto, sorprenden en sus menúes con precios a la altura de sus pares más selectos de Palermo y Recoleta: $ 26 el café, $ 30 la gaseosa, $ 17 cada empanada y $ 130 la pizza grande de mozzarella. Algo llamativo es que, fuera del predio, a dos cuadras, el sandwich de jamón y queso baja de $ 42 a $ 20 y el de milanesa completo, de $ 65 a $ 30.
Otro dato: al que vaya a Mar del Plata le saldrá más caro comer una hamburguesa completa en Retiro ($ 70) que disfrutarla en un parador de la Bristol ($ 50), a metros del mar. Como barato, se puede comer una pizzeta con gaseosa por $ 70 y un sandwich de carne o pollo con papas fritas y bebida por $ 84.
Son valores que, de todos modos, envidiarían los “cautivos” del aeropuerto porteño, en cuyos restoranes el café sube a $ 30, el café con leche a $ 46, sale $ 25 cada empanada, $ 78 la porción de tarta, $ 100 la hamburguesa completa (igual que en balnearios top de Punta del Este) y $ 130 un completo de milanesa. Un combo promocional, en ese contexto, se puede llegar a pagar $ 120 por un sandwich de jamón y queso con bebida, o por un plato de ñoquis con gaseosa.
A los precios inflados se pliegan incluso conocidas cadenas gastronómicas. Un café con leche con jugo y 3 medialunas, por ejemplo, sale $ 44 en la sucursal de Tienda de Café de Chacarita, pero $ 79 en la de Aeroparque. La pizzería Accademia cobra $ 77 la grande mozzarella y $ 12 la empanada en Palermo, pero $ 145 y $ 25 respectivamente en su local del aeroportuario, más un servicio de mesa de $ 20.
Y la situación no varía para quien parte en crucero desde la terminal Quinquela Martín, en Retiro. Allí los turistas sólo encuentran un kiosco donde la botellita de gaseosa sale $ 30, $ 25 la de agua y $ 72 un sandwich de miga con bebida.
Las empresas señalan sus altos costos para explicar los precios que cobran (ver aparte), pero entidades de consumidores los consideran “abusivos”. “En Retiro, Ezeiza y Aeroparque todo sale el doble o más. Da bronca porque se aprovechan de laburantes y jubilados que muchas veces viajan por trabajo o para ver a sus familias. Son lugares donde no hay opciones. Con razón, la gente se indigna y, con las vacaciones, los reclamos crecieron”, revela Sandra González, presidenta de Adecua.
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