Desterrado del Mitre y sus ramales simultáneamente afectados a obras y demoras consiguientes; despechado por el tránsito ingobernable, la nafta blue, el estacionamiento imposible; y contagiado por la fiebre anti emanacióndegasesqueenvenenanelplaneta , me sorprendí buscando en la Guía Filcar el secreto del viaje perfecto a Retiro con la misma pasión con la que Fabio Zerpa, que tiene razón, suele escrutar el Uritorco.
Demasiado fiaca para la bici, demasiado cobarde para la moto, viejo para el skate y con la suficiente vergüenza propia para evitar caer en papelones tardíos como los rollers, un mediodía aparecí cogoteando inseguridades en la estación Aristóbulo del Valle. No fue fácil, hubo que vencer soberbias típicas de usuario de tren eléctrico, pero pudo más el misterio que encerró la frase desafiante de Luciano, un gurú del transporte público: “Salame, vos vivís en Florida, ¿no te le animás al Rojito?”.
El Rojito, así a secas, es la denominación popular, en obvia referencia cromática a sus formaciones, del Belgrano Norte, un ramal que funciona con locomotoras viejas y ruidosas, sin pantallas led en las estaciones, ni aire acondicionado en los vagones, pero que supera a cualquier otro en frecuencia, velocidad, limpieza y fidelidad con el usuario. Bienvenidos al mejor tren del GBA y alrededores.
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