Hoy, el Calypso se pudre en una bodega a donde lo llevaron para repararlo en el 2007. Despojado del metal y la madera que lo revistió alguna vez, las hierbas se enroscan en las vigas de madera del armazón y el barco es ahora un símbolo de cómo Cousteau se desvaneció de la memoria colectiva, y de cómo, a pesar de la tradición naviera francesa, ni el gobierno ni sus herederos han encontrado una solución para restaurarlo.
Cousteau, el principal oceanógrafo del país y defensor del ambiente, fue tanto un empresario como un científico, y, astutamente, reconoció que para poder obtener financiamiento, la investigación científica tenía que ser atractiva para una audiencia popular. Al pulir la filmación submarina, hizo justo eso, y creó una riqueza en la documentación de la vida bajo las olas de los océanos. TODO EN CLARIN
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