A lo largo de las últimas dos décadas, el precio del combustible acompañó al tipo de cambio de una manera inequívoca: más allá del tipo de cambio de cada momento, el litro de nafta costó en nuestro país entre 1,20 y 1,50 dólares.
Con el aumento del 12% que Shell estableció a partir de hoy, la petrolera anglo-holandesa llevó el precio del litro a un valor cercano a los $11,86, lo que se traduce en U$S 1,47, al tipo de cambio oficial de 8,03 pesos.
Si bien el aumento fue duramente criticado por el gobierno nacional como una “medida unilateral” y “contraria a los intereses del país”, la suba de precios era una jugada obligada de las petroleras por la devaluación del peso, como anticipó la semana pasada LPO.
Es que, más allá del origen del crudo que destilan las empresas –medanito nacional o importado-, el precio del barril se cotiza en dólares y cualquier movimiento en el tipo de cambio termina repercutiendo en los costos, mientras todas las compañías tienen ganancias en pesos.
“Shell venía comprando el petróleo a 83 dólares el barril, pero en pesos. Como se devaluó de $6,50 a $8, el aumento del 12 por ciento en los precios de la petrolera corresponde a la incidencia de esa suba de costos en el producto final que es la nafta”, explicó a LPO el ex secretario de Energía, Emilio Apud.
Según Apud, el retoque de precios de Shell es un sinceramiento que acerca el precio y la demanda del producto al nivel de equilibrio.
El gran problema que genera la decisión de Shell es que, al mantenerse atrasado el precios de las demás petroleras, se producirá una transferencia de clientes hacia ellas, que podría generar picos de demanda y desabastecimientos.
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