1. No reveles tus planes más ambiciosos.
Manténlos en secreto hasta que hayas logrado realmente cumplirlos. Tales planes tienen a menudo puntos débiles y mal pensados que quizá no notes; por lo tanto, es muy probable que alguien los aparte de ti con mucha facilidad, haciéndote sentir demasiado desanimado como para intentar superarlos.
2. No compartas deliberadamente información sobre ningún acto bueno o generoso o trabajo caritativo que hayas hecho.
La mayor virtud radica en hacer algo bueno sin esperar reconocimiento alguno. Gozar de estas cosas conlleva rápidamente a la arrogancia. Si sientes la necesidad de hacerlo, tal vez deberías evaluar por qué es que realmente lo haces - ¿se trata de altruismo o el deseo de ser elogiado?
3. Nunca reveles secretos sobre tu estilo de vida.
No vale la pena presumir sobre cómo te ha ido con la dieta, has superado tu hábito de dormir demasiado en la mañana o cómo dejaste de complacer tu apetito por el sexo. Si has renunciado a los placeres mundanos para conseguir tus objetivos espirituales, entonces no tiene sentido hablar de esto - tu condición emocional debe ser armoniosa y ese deseo de impresionar a otros y recibir elogios es un signo de que no lo es.
4. Otra de las cosas que siempre vale la pena mantener en secreto son aquellos momentos en los que has mostrado valor o heroísmo.
Todos nos enfrentamos a diferentes desafíos cada día, tanto en el mundo externo como en el interior, en nuestras propias mentes. Tus éxitos al tratar con ambos, si se conocen, serán recompensados apropiadamente. No es tu trabajo decidir si son dignos de reconocimiento - es ahí donde está la verdadera lección.
5. Nunca compartas los pensamientos que consideras parte de tu conocimiento iluminado del universo y cuestiones de vida o muerte.
Es sólo tu interpretación, más que la verdad objetiva, y lo más probable es que sólo parezcas condescendiente para los demás cuando intentas convencerlos de que están equivocados. Sólo en casos muy raros alguien se beneficiará de tus pensamientos sobre este tema.
6. No vale la pena revelar tus conflictos o problemas familiares a los demás.
Siempre ten en cuenta: cuanto menos divulgues esos secretos sobre tu familia, más fuerte será. Tales cosas sólo pueden resolverse en la intimidad de tu hogar y entre tus seres queridos. Cuanto más te quejes sobre ellos con otras personas, más difícil será encontrarles solución.
7. No hables de todas las cosas desagradables que has escuchado a la gente decir o hacer.
Así de fácil como ensucias tu ropa, también lo haces con tu mente. Y la persona que relata todas las cosas tontas y horribles que oye y ve en el mundo tan pronto como llega a casa no es diferente de la que se olvida de quitarse los zapatos cuando entra por la puerta.
VIA TARINGA
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