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23 de junio de 2007

La doctrina del mal menor


Todo el mundo me dice que tengo que elegir entre M y F, porque son los únicos que tienen probabilidades reales de llegar.
M me jura que me sacará los ojos.
F me asegura que sólo me sacará uno.
Yo pienso: "Con un ojo todavía puedo ver. Tengo que impedir que gane M". Elijo F y me quedo tuerto.
Más tarde, nuevamente debo elegir entre M y F .
M promete sacarme el ojo que me queda y arrancarme además la lengua.
F, siempre más moderado, me tranquiliza diciéndome que sólo me sacará el ojo que antes me había perdonado.
Reflexiono: "Me quedo ciego, pero por lo menos aún podré hablar".
Pongo el cuerpo, elijo a F. Contribuyo a la derrota de M. ¡Ja!
Sucesivas elecciones terminan con el resultado que se puede prever: ni ojos, ni lengua, ni manos...
Lo gracioso del caso es que mi elección ha sido siempre, no sólo legítima, sino verdaderamente racional y razonable.
Sin embargo con esas elecciones "serias", "inteligentes", y "realistas" me quedé manco, ciego y mudo. Siempre que alguien me recomendó no resignarme a elegir entre M y F lo miré (antes de perder mis ojos) y le dije (mientras tuve lengua) cosas como:
"Es muy lindo lo que decís, pero..."
"¡Dejate de joder con esos utopismos, esto es la vida real!"
"Ustedes le están haciendo el juego a M."
"Crecé, pibe. Aceptá al mundo como es y sé adulto."
Ahora me pregunto quién habrá tenido razón... Me imagino que yo, porque como fui inteligente y no me metí en quilombos, todavía me quedan las piernas.
Dicen que en la próxima elección M promete sacarme las piernas. F también promete sacarme las piernas, pero a cambio... me regala unos zapatos.
Ya me están hinchando las bolas estos que siempre hacen quilombo con que tengo que luchar para no perder ninguna pierna.
¡Qué tipos, nunca aprenden a vivir en democracia! Por algo no los vota nadie.


Me llego via Mail, interesante

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