Esto se usará este Otoño/Invierno: sweaters, buzos, faldas pencil y chupines o pantalones rectos; el tartán es el estampado sugerido, el saco y el tapado se posicionan entre los abrigos; la paleta de colores estará dominada por el rojo, naranja, negro y gris: plataformas, como sea, pero todo alto. Todo eso se impuso para el frío, además de mucho –pero mucho– ingenio y caminata. Es que las nuevas colecciones ya coparon las vidrieras con precios que están lejísimos del bajo cero. Sobre todo en los shoppings, la ropa llegó con hasta un 40% de aumento respecto de la temporada anterior. La suba se siente fuerte, también, en el calzado. Desde la industria textil reconocen las alzas y sugieren algo que ya es un clásico: salir de los centros comerciales y buscar en los locales de barrio y en los supermercados.
Comprarse un equipo de vidriera de primera marca ya pasó a ser un lujo. A una mujer, por ejemplo, vestirse como el maniquí le costará $ 3.205. Esto incluye sweater, camisa, jean, un accesorio y botas de media caña. Queda afuera una campera o saco, que puede conseguirse desde $ 1.200. Los varones deberían desembolsar $ 3.978. La ropa para niños y adolescentes no se queda atrás: $ 1.185 costará vestir a un nene y $ 3.331 a una adolescente (en este caso, sí, incluye camperón y calzado).
La semana pasada en el shopping Alto Palermo ninguna de las compradoras salía del asombro. “¿Esas botitas tres mil mangos?”, soltaron algunas. “Menos mal que el año pasado me compré un saco negro bien básico”, comentaron otras. “El aumento es notorio y sigue en sintonía con el invierno pasado. Las marcas más chicas han subido los precios de acuerdo al aumento que absorben para sus insumos, pero con conciencia, ya que su intención es vender la colección.
En las marcas masivas hay un desequilibrio entre el precio y la calidad, considerando que no están invirtiendo en mejores materiales”, observa Lorena Pérez, al frente del Blocdemoda y especialista en moda.
¿Mayor precio significa mejor calidad? ¿Por qué el aumento? Para entenderlo, es necesario saber cómo se compone el valor de una prenda. Veamos, por caso, un jean: del total del precio, el 15,4% corresponde al costo de fabricación, el 19,4% al desarrollo de marca (es decir, diseño, moldería, marketing), el 26,9% son impuestos y el 38,3% refiere al desarrollo comercial y financiero. Más simple: lo que hace engordar el valor de una prenda es el último ítem, que incluye la llave para entrar al shopping, el alquiler, la comisión inmobiliaria y los sueldos.
Estos datos corresponden al último relevamiento de la Fundación Pro Tejer. Ariel Schale, economista de esa organización, dice que no hubo aumento de materiales porque la producción de hilados y tejidos se nutre del mercado interno, pero sí deben soportar otros costos. “Hay insumos que impactan en los procesos de producción, como el papel y el cartón, que subió casi un 35%, y el plástico que tocó el 50% de suba. Hoy usar ropa de marca en Argentina es para el segmento ABC1 bien consolidado. Lejos de vender menos, el crecimiento de la venta es exponencial.
Pero el asalariado no puede vestirse en un shopping. Por suerte, hay una oferta innumerable. Por ejemplo, en los supermercados se consigue indumentaria de excelente confección y calidad”, apunta Schale.
En calzado, lo que el invierno anterior podía comprarse a $ 800, ahora se paga desde $ 1.100. ¿Motivos? “El cuero subió un 100% y el adhesivo, 80%. Dos insumos sustanciales en el rubro. Eso y el valor de los alquileres repercuten en el precio de venta”, explica Horacio Moschetto, presidente de la Cámara Argentina del Calzado. Según estimaciones del sector, en el país se producen 120 millones de pares por año. “Hay mucha oferta en calzado. De hecho, basta salir del shopping y de los centros comerciales al aire libre para notar la diferencia de precios. Están volviendo los locales de barrio y hay un cambio de actitud en el consumidor: se vuelca más al calzado que dura y no a la marca”, agrega Moschetto.
“De la torta que compone el precio, nosotros nos llevamos la parte más chica –analiza Pedro Bergaglio, presidente de la Cámara del Sweater–, no tenemos responsabilidad sobre el precio al consumidor. Si hay ropa a esos valores y se vende, entonces es el consumidor el que convalida el precio”. Éramos 30 millones de consumidores cuando se instaló el lema. Hoy, con 10 millones más, sigue vigente: “Camine, señora, camine”.