La perplejidad ante lo social no es un dato nuevo. Con frecuencia, los individuos, moldeados por sus experiencias y el sentido común, interpretan la esfera pública en términos sencillos, generalizando, omitiendo los matices, considerando irracionales a los que no piensan como ellos. Por eso al transeúnte de Recoleta le resulta difícil entender la indiferencia. Lo que él considera "la sociedad" es en realidad un archipiélago de infinitas islas, donde se hablan lenguajes distintos, se practican costumbres diversas y se cree en dioses muchas veces opuestos a los propios.
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